Sabíamos que el panteón de la familia Molina era un panteón antiguo de cuya traza original solo quedaba el túmulo sobre el edificio del panteón, y que fue reedificado hace algunas décadas.
Ahora nos escribe una señora que trató a la familia Molina para darnos algunos datos.
Doña Juana Molina Fernández compró y reformó un panteón antiguo para reunir los restos de sus familiares fallecidos que descansaban en el cementerio de Colmenar: sus padres, y sus hermanos Juan y Bartolomé. Dicha compra y reforma la hizo en 1962 o 1963.
Doña Juana Molina iba en silla de ruedas a causa de una hemiplejia. Sus hermanos habían fallecido solteros: don Bartolomé era abogado, pero no ejercicía. Don Juan era médico otorrino, director de la casa de Socorro de la Trinidad y pasaba consulta en un piso donde vivieron en calle Ángel.
Juana Molina vivía de alquiler, en un piso en calle Ángel, el segundo piso del portal en el que se sitúa la academia Keops-Kefren. Una vez muertos los hermanos, pasó a vivir en un piso en calle Álamos 7, en la primera planta del afamado palacio Crópani. Allí estuvo aproximadamente un año, hasta que a doña Juana se le quedó vacío un piso en un bloque de su propiedad situado en calle Cervantes 1, el conocido como “desfile del amor", donde se trasladó y vivió hasta su muerte junto a un ama de llaves y una doncella.
Doña Juana no tenía familiares de primer grado. Solamente tenía unos primos segundos que vivían en Puerta de Buenaventura. Estos intentaron hacerla pasar por enferma mental para quedarse con su suculenta herencia, pero ella los desheredó y legó todos sus bienes a instituciones y a personas anónimas. Así, nombró herederas a la orden de las Madres Dominicas, comúnmente conocidas como Catalinas, cuyo convento se situaba en la calle Andrés Pérez y con las que no tenía ningún tipo de relación, y al resto los nombró legatarios. Las monjas heredaron diversas fincas, terrenos en Tánger, una villa a medio pagar en calle Mariano de Cavia, etc.
El panteón familiar, sin embargo, no quedó a nombre de nadie, pero al ser las monjas herederas, pasó a ser de su propiedad. Este panteón quedó a cargo de la Diputación de Málaga para su mantenimiento y limpieza. La Diputación nunca lo cuidó.
El panteón ha sido vendido recientemente por las monjas a un particular.
En cuanto al bloque de calle Cervantes, doña Juana legó los beneficios de su rendimiento para mejoras de enfermos pobres del hospital civil. Como en aquel tiempo la Diputación administraba dicho hospital, fue esta institución quien se hizo cargo del edificio, del cual hoy sabemos que ha sido puesto en venta.
Ahora nos escribe una señora que trató a la familia Molina para darnos algunos datos.
Doña Juana Molina Fernández compró y reformó un panteón antiguo para reunir los restos de sus familiares fallecidos que descansaban en el cementerio de Colmenar: sus padres, y sus hermanos Juan y Bartolomé. Dicha compra y reforma la hizo en 1962 o 1963.
Doña Juana Molina iba en silla de ruedas a causa de una hemiplejia. Sus hermanos habían fallecido solteros: don Bartolomé era abogado, pero no ejercicía. Don Juan era médico otorrino, director de la casa de Socorro de la Trinidad y pasaba consulta en un piso donde vivieron en calle Ángel.
Juana Molina vivía de alquiler, en un piso en calle Ángel, el segundo piso del portal en el que se sitúa la academia Keops-Kefren. Una vez muertos los hermanos, pasó a vivir en un piso en calle Álamos 7, en la primera planta del afamado palacio Crópani. Allí estuvo aproximadamente un año, hasta que a doña Juana se le quedó vacío un piso en un bloque de su propiedad situado en calle Cervantes 1, el conocido como “desfile del amor", donde se trasladó y vivió hasta su muerte junto a un ama de llaves y una doncella.
Doña Juana no tenía familiares de primer grado. Solamente tenía unos primos segundos que vivían en Puerta de Buenaventura. Estos intentaron hacerla pasar por enferma mental para quedarse con su suculenta herencia, pero ella los desheredó y legó todos sus bienes a instituciones y a personas anónimas. Así, nombró herederas a la orden de las Madres Dominicas, comúnmente conocidas como Catalinas, cuyo convento se situaba en la calle Andrés Pérez y con las que no tenía ningún tipo de relación, y al resto los nombró legatarios. Las monjas heredaron diversas fincas, terrenos en Tánger, una villa a medio pagar en calle Mariano de Cavia, etc.
El panteón familiar, sin embargo, no quedó a nombre de nadie, pero al ser las monjas herederas, pasó a ser de su propiedad. Este panteón quedó a cargo de la Diputación de Málaga para su mantenimiento y limpieza. La Diputación nunca lo cuidó.
El panteón ha sido vendido recientemente por las monjas a un particular.
En cuanto al bloque de calle Cervantes, doña Juana legó los beneficios de su rendimiento para mejoras de enfermos pobres del hospital civil. Como en aquel tiempo la Diputación administraba dicho hospital, fue esta institución quien se hizo cargo del edificio, del cual hoy sabemos que ha sido puesto en venta.
Bartolomé Molina Fernández
Juan Molina Fernández
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ResponderEliminarJUANA MOLINA FERNÁNDEZ SÍ TENÍA FAMILIAR DE PRIMER GRADO, SU SOBRINA MARÍA, HIJA DE SU HERMANO BARTOLOMÉ, NO RECONOCIDA POR ÉL PERO SÍ POR LOS JUZGADOS DE MÁLAGA EN EL AÑO 2000
ResponderEliminarPOR CIERTO LAS FOTOS ORIGINALES DE LOS TRES HERMANOS QUE APARECEN EN ESTE BLOG LAS TENGO YO
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFALTA LA DE SEBASTIÁN, EL MAYOR DE LOS HERMANOS VIVOS, MI TIO ABUELO, SI LA QUIERE SE LA ENVÍO
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarOK, AUNQUE NO CREO QUE LE CONOCIERA DE LA ÉPOCA DE MÁLAGA, YA QUE FALLECIÓ EN UNA CACERÍA EN COLMENAR EN LOS AÑOS 30,ANTES DE TRASLADARSE LA FAMILIA A MÁLAGA.
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